SOCIEDAD

El Cottolengo de Benimaclet, 60 años al servicio de los demás

Ha cumplido 60 años en Benimaclet, barrio al que llegó poco después de la riada de 1957 desde el barrio del Carmen. Es el Cottolengo del Padre Alegre, y su directora, la hermana Eva María Delgado, abre sus puertas a Disfruta Benimaclet para contar la labor desarrollan de cuidado a mujeres con discapacidad y escasos recursos económicos y la estrecha relación que mantienen con el barrio.

Los inicios del Cottolengo

El Cottolengo comenzó su actividad en València hace 75 años, a raíz de la visita de un grupo de voluntarias a la institución promovida en Barcelona por el sacerdote jesuita Jacinto Alegre, inspirada a su vez en la que la que italiano José Benito Cottolengo creó en Turín en 1830 para atender a los enfermos desahuciados.

Solicitaron al obispo de València que la ciudad pudiera contar con una entidad similar, y en 1943 abrió sus puertas el segundo de los nueve Cottolengos que actualmente existen (tres de ellos en el extranjero), que son conocidos por el apellido del fundador y que gestiona la congregación de Hermanas Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre.

La directora del Cottolengo de Benimaclet
La directora del Cottolengo de Benimaclet, Eva María Delgado. ©DsftBenimaclet

La calle Baja de València, en el barrio del Carmen, fue su primera ubicación, ya que se hizo cargo de los ocho enfermos pobres e incurables que atendía el hospital de la Milagrosa.  Pero poco después de que la riada anegara el edificio se trasladaron a Benimaclet, donde ya habían comenzado las obras de unas nuevas instalaciones ubicadas en medio de la huerta y que abrieron sus puertas en marzo de 1958.

La riada les llevó a Benimaclet

“Las hermanas contaban que dormían en un lado y al otro, pared con pared, estaban trabajando los obreros», relata la superiora, que explica que ese traslado sirvió para ampliar bastante el número de personas atendidas. En la actualidad, cuentan con un total de 65 mujeres internas. La más pequeña, que entró con un añito, tiene ahora 8 años, y existe «un buen grupo» que lleva cincuenta años en este Cottolengo.

«Este año ha fallecido la acogida que hubiese cumplido 75 años aquí, pues entró el mismo año de la fundación», nos explica la responsable del Cottolengo, quien señala que todavía cuentan con cinco internas de la calle Baja. Entre ellas Paca, quien tiene «una memoria ancestral» y les explica detalles de las antiguas instalaciones.

Sala para ejercicios en el Cottolengo
Sala del Cottolengo donde las internas hacen sus ejercicios. ©DsftBenimaclet

Unas treinta personas, entre fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, auxiliares o personal de cocina, mantenimiento o jardinería trabajan, junto a siete hermanas, en el edificio que ocupa una manzana al final de la calle Doctor Vicent Zaragozá

El papel del voluntariado

También es muy importante la colaboración del voluntariado, que lo mismo acude a conversar con las enfermas que a coser, ayudar en cocina o cubrir horas cuando una enferma es hospitalizada. La gente mayor es «muy constante«,  hasta el punto de que hay personas que desde hace tres décadas acuden un día a la semana. Pero también hay jóvenes e incluso escolares que visitan el centro para conocerlo  y por ejemplo a cantar villancicos en Navidad.

«Las otras casas están alejadas de la ciudad, pero aquí hacemos muchas cosas con el barrio, y por ejemplo hay mucha vida con la Falla Padre Alegre», relata la superiora, quien asegura que «València se vuelca» con esta institución, que por cierto acaba de recibir la medalla de oro de la ciudad por su labor en favor de las personas desfavorecidas.

Hacer frente al desamparo

El alcalde de València, Joan Ribó, señaló en la entrega de la distinción que el Cottolengo hace frente «al desamparo, a la desesperanza», sin esperar «nada a cambio» y mediante una tarea «a menudo poco visibilizada, grandiosa y digna del mayor reconocimiento«.

Porque en el Cottolengo llevan a cabo su labor sin pedir subvenciones ni ayudas. «Vivimos de la caridad de la gente», asegura la directora, quien precisa que no pueden pedir directa ni indirectamente nada.

Por ello, a veces se pueden encontrar «con mucho gel» pero sin colonia, o con una gran cantidad de productos perecederos, como «tres camiones de naranjas», lo que les permite poder compartir con otras congregaciones o entidades que se dedican a cuidar personas.

Costurero del Cottolengo de Benimaclet
Unas voluntarias cosen en el costurero del Cottolengo de Benimaclet. ©DsftBenimaclet

Un día del Cottolengo

Un día del Cottolengo «es como un día en una gran familia«, asegura la superiora. A las 6 de la mañana las monjas tienen laudes y una hora de oración. A las 7 van a las salas y levantan a las enfermas. A las 8,30 se celebra eucaristía, a la que acuden las acogidas que lo desean.

A las 9 desayunan y a continuación empieza la terapia, la fisioterapia o trabajos varios, «porque como en una gran familia, quien puede dobla ropa, o va un ratito al lavadero, o limpia una repisa o tiende la ropa», explica.

Intentan que las enfermas se sientan «bien acogidas«, señala la superiora, quien precisa que las instalaciones no son las de una «residencia de lujo» -por ejemplo no hay habitaciones individuales, salvo una o dos para cuando alguien está más grave-. Pero se les da «lo básico», acompañado de cariño.

Un dormitorio del Cottolengo
Una de las salas donde duermen las internas del Cottolengo.  ©DsftBenimaclet

Eva María Delgado, que es también la enfermera del Cottolengo, entró en la congregación hace dieciséis años y llegó a Benimaclet hace tres años, después de pasar por varias casas. Asegura que de pequeña era «muy trasto y no quería ver a las monjas ni en pintura».

Hacer de lo ordinario lo extraordinario

Pero siempre le habían llamado la atención los enfermos y con 22 años acabó entrando en una congregación que «no es de hacer grandes cosas, sino de hacer de lo pequeño, de lo ordinario, lo extraordinario, simplemente porque metes a Dios en medio de todo».

Conoció primero el Cottolengo de Las Hurdes, donde «veía que las hermanas vivían felices y hacían felices a los demás con cosas sencillas«, como sentarse al sol los domingos después de comer con los enfermos a partirles nueces y almendras que les traían del pueblo.

Y asegura que la función que cumplen es “a veces egoísta”, pues ayudar a los demás supone para ellas “recibir un bien” y la satisfacción de poder hacer algo por quienes lo necesitan.

9 comentarios en “El Cottolengo de Benimaclet, 60 años al servicio de los demás”

  1. Seguisc amb molt d’interès cada article que escrius, ja que per a mi són molt interessants. Gràcies a això vaig descobrint llocs i fets del barri on visc des de fa quinze anys i que no coneixia. Gràcies, una vegada més, per la informació que rep en cada article. Enhorabona i endavant. Felip

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